lunes, 26 de enero de 2009

CUENTO: Habitada












Ella sentía cómo su pasión se acrecentaba y la iba consumiendo. Ni la comida le entraba, a pesar de sus grandes esfuerzos por probar bocado. Su energía provenía del aire que respiraba, que a veces era incluso escaso, porque no le llegaba a lo más hondo, aunque con esfuerzos lo intentara. Lenta y segura se iba quedando sin los pocos kilos que recubrían su esqueleto. Quería dar tiempo a su amado, no agobiarle, respetar sus cadencia amorosa, esperar a que él estuviera preparado para abandonar su cueva. Eso decían los manuales de los expertos en psicología del amor, y ella trataba de ser una alumna aventajada. Repasaba una y otra vez “Los hombres son de Marte, y las mujeres de Venus” de John Gray, que parecía ser una eminencia en cómo debían comportarse las mujeres enamoradas, para no herir al hombre amado. Necesitaba estar preparada, y saber porqué el hacía esto o lo otro, y cómo ella debía interpretarlo. ¿Qué significaba aquello? ¿Qué quería decir con lo otro? No quería fallarle porque él se había convertido en más importante para ella, que ella misma...De noche, sin poder conciliar el sueño. Repasaba el día y el instante del último encuentro de ambos. Recordaba todos los detalles al milímetro, a la milésima de milímetro...que una y otra vez volvían a su memoria, hasta que ¡por fin! amanecía. Su cerebro se había agudizado en todos los detalles referentes a él. Durante el día, más que caminar erraba. Porque no sabía qué tenía qué hacer, que iba a hacer, a dónde ir, ni a qué hora, porqué estaba allí, qué objeto necesitaba, para qué lo necesitaba...qué objeto tenía aquel objeto...¿qué sentido tenía nada...si TODO ya era él?

Solo contaba la hora en la que se aproximaba el tiempo de verle regresar de su trabajo a través de la celosía. Y le aguardaba...a veces quedándose helada con el cristal corrido a bajas temperaturas. Si lo veía aparecer su corazón tintineaba lleno de regocijo...si no lograba verlo...porque él se había adelantado a la hora prevista, era presa de una profunda tristeza, que no se iba hasta que volvía a tener la suerte de volver a verle en algún momento, instante, de cualquier manera, a cualquier hora. Los lunes eran horrendos. No sabía si debía salir a pasear y encontrárselo, o si eso le agobiaría a él y haría que se aburriese de verla tan a menudo. Parecidos eran los martes y los miércoles. Los jueves se iba animando, porque era el día previo al viernes. Los sábados y los domingos eran maravillosos porque en algún minuto de aquellos dos días existía la posibilidad de poder verle de alguna forma...¡Quería estar diferente, hermosa Y bonita! ¡Que no hubiese otra más atractiva ante sus ojos que ella! ¡Qué maravilloso martirio! ¡Sentirse así, poseída, invadida, habitada! Él se iba apoderando de ella, ocupándola y arropándola al igual que la vid se enreda en el parral. Notaba cómo su capacidad de raciocinio iba disminuyendo paulatinamente, a medida que aumentaba su poder de sentir...Sobre todo sentirle en sus breves encuentros de miradas furtivas...porque las palabras se habían convertido en imposibles de emitir. Se quedaban allí, atenazadas en la garganta, atrapadas por los latidos de ambos corazones que gritaban al unísono, enmudecidos para el resto del mundo, con fuerza de las olas rompiendo contra el malecón en un día de mar embravecido. Breves tropiezos en los que tiempo se detenía...la naturaleza enmudecía, dejando sus cuerpos ardientes presos de un invisible circulo de pasión.

Ya nada la podía consolar, si no era la imagen de su amado...que se hacía más necesaria y frecuente su demanda... y el mayor de los desasosiegos su ausencia.

Solo un “Hola” emitido por él tenían más valor para ella más que todo el oro o las piedras preciosas del mundo ...

¿Qué no habría ella dado por un beso suyo, una caricia de sus manos o un “te quiero”?

Madrid 26/01/2009 13:27:27

miércoles, 21 de enero de 2009

VIDEOS: The Man I Love - El hombre que amo

Kate Bush & Larry Adler

Biografías en español de Kate Bush y Larry Adler


Someday you'll come along, The man I love
And he'll be big and strong, The man I love
And when he comes my way
I'll do my best to make him stay.



Algún día tú aparecerás, el hombre que amo
Y él será grande y fuerte, el hombre que amo
Y cuando él se cruce en mi camino
Yo haré lo posible por retenerlo.


He'll look at me and smile, I'll understand
And then in a little while, He'll take my hand
And though it seems absurd
I know we both won't say a word.



Me mirará y me sonreirá, y yo comprenderé
Y después de un ratito, él tomará mi mano
Y aunque parezca absurdo
Se que ninguno de los dos diremos una palabra.



Maybe I shall meet him Sunday,
Maybe Monday, maybe not
Still I'm sure to meet him one day
Maybe Tuesday will be my good news day.



Puede que me lo encuentre en domingo,
Puede que sea un lunes, puede que no
Aún así estoy segura de encontrármelo un día
Puede que el martes sea mi día de la buena nueva.



He'll build a little home, Just meant for two
From which I'll never roam, Who would, would you?
And so all else above
I'm waiting for the man I love.



Él construirá un pequeño hogar, solo creado para dos
Del que nunca huiré, ¿Quién lo haría? ¿Tú?
Así que sobre todo
Estoy esperando al hombre que amo.


Maybe I shall meet him Sunday,
Maybe Monday, maybe not
Still I'm sure to meet him one day
Maybe Tuesday will be my good news day.



He'll build a little home, That's meant for two
From which I'll never roam, Who would, would you?
And so all else above
I'm waiting for the man I love.



Traducida por : Berta-Isabel



miércoles, 14 de enero de 2009

CARTA: A mamá



Mi madre, Berta y yo, 1955.














Querida mamá:

Hace tanto tiempo que no te escribo que parece extraño que hoy lo haga. Soy una egoísta. Lo reconozco. Lo estoy haciendo porque te necesito. No es que no estés en mi pensamiento todos los días de mi vida. Los hay en que casi no noto tu presencia. Pero hoy te añoro tanto que tengo "saudade" de tí.

Aún conservo tu bata azul, y me envuelvo en ella para consolarme...así me parece que me rodeas con tus brazos, me rozas con tus labios o me susurras algo al oído, para que duerma tranquila...tal vez sea así...o yo quiero que así fuera. En ella me siento aislada de todo lo que pueda causarme daño o dolor.

Hace años que no lloro por ti...pero hoy no puedo evitarlo...siento tanto que no estés aquí para escucharme, o para que me hablaras, o simplemente me dejaras sentar en tu regazo y acariciaras mi pelo...¡cómo hecho de menos tu calor y tu olor...Hasta hace pocos años aún podía olerlo...pero creo que ya lo he olvidado...Recordarlo me tranquilizaba...Pero ahora, que ya no lo encuentro en mi memoria, a veces, me siento desamparada y desprotegida.

Si aún hay algo que queda de ti, mamá, en los confines del universo, te ruego lo hagas llegar hasta mí, aunque sea en mis sueños (no importa que no los pueda recordar) y me ayudes, porque hoy no me encuentro bien.

Gracias, mamá, por haberme dado la vida sin que yo te la pidiera, por haberme querido incluso cuando estabas enfada conmigo, por llevarme la contraria y darme la razón, por hacerme reír y llorar, por enseñarme el sendero de la lucha, por darme fortaleza cuando flaqueo, por extender tu ternura y tus mimos para conmigo más allá del tiempo...

¿Cómo es posible que ya hayan pasado 21 años desde que no puedo verte, ni escuchar tu voz, ni sentir tus caricias? Sin embargo yo te sigo sintiendo tan cálida y cercana como si estuvieras aquí, y fueses a entrar por esa puerta de un momento a otro...tal vez estás en otra dimensión, que mi razón no entiende, pero que mi emoción percibe.

Si, creo que es cierto, que nadie se muere mientras haya alguien que le recuerde.

¡Felices y eternos sueños, mamá!

Madrid 14/01/2009 2:12:56

miércoles, 7 de enero de 2009

POEMA: ...Vida nueva













"Otoño: muerte y caída de una hoja" Fotografía tomada por Jaranda en un bosque de Castaños en Hervás (Cáceres) el 7 de noviembre de 2007.


Las hojas caducas siguen cayendo,
Apenas rozadas por un sutil beso del viento.
Se mecen,
Se envanecen,
Se encaracolan,
Se aposentan,
Y se adormecen
Ya sin aliento.

Aquí y allá
Tapizan el orbe
Que contempló su nacer,
Crecer,
Enverdecerse,
Secarse,
Arrugarse
Y, por fin, desfallecer.

Más se doblegan
Sin gran alarde ni aspaviento,
Sabedoras de que su movimiento,
Compone la perenne obertura sagrada
De una virginal primavera,
Previamente concertada,
En aras de su resurgimiento.

Madrid, 07/01/2009 12:08:29

martes, 6 de enero de 2009

CARTA: A los Reyes Magos de Oriente













Querido Rey Melchor:

Ya se que es un poco tarde vuecencia, y que estaréis cansado de pasaros toda la noche repartiendo regalos a conciencia. Sí,...diréis que ya no soy una niña y que, por eso, no tengo preferencia...pero me gustaría, si aún os sobra algo de paciencia...que me concedierais un regalito, fruto de vuestra ciencia.

Otros os habrán pedido cosas fáciles de conseguir como que se acabe la Guerra en Oriente Medio, o que les traigáis una varita mágica que termine con la crisis, o que les toque la Lotería... y soy consciente de que el mío es el más difícil de obtener, porque:

Quiero que la estrella que os guía ilumine el corazón del amado mío, y que cuando sea ya hoy de anochecido, le susurre estas mis palabras en su oído:

Te siento más que lo que el infinito pueda abarcar,
Y con esa misma medida te necesito.
Cércame, mi amor...
Quiero sentir los latidos de tu corazón.
Envuélveme en tu piel,
Arrópame con tu aliento,
Ata prieta mi cintura,
Roza mis lóbulos,
Toma mis comisuras.
¡Derriba las barreras que nos separan,
Limpia las telarañas que me esconden!



Sí...ya se que esto es casi imposible de obtener...¿pero cómo podrías saber lo que quiero si no os escribo?

Bueno, y si no podéis traerme lo que os pido...hacedle saber, al menos, que me gustaría que me sonriera o hablara, de vez en cuando, al cruzamos...y que con eso me haría muy feliz...¡por ahora!

Me he portado bien todo el 2008...bueno...¡solo alguna travesura! Pero... ¡hace tantos años que no os pido nada!

Os dejo un poquito de agua para vos y los animales...¡ya sabéis que hay crisis! Ah, también un trozo de tarta de almendra,..¡si, si...sin azucares ni grasas añadidas! –por lo del azúcar y el colesterol, ya se que los tenéis altos estos días- y un poco de comida de gatos para los camellos. Espero que les guste...en Madrid es muy difícil conseguir comida especial para dromedarios.

Gracias por haber leído mi carta y por los esfuerzos que pongáis en utilizar vuestra magia para conmigo.

Os quiero.
Besitos.

Berta

Madrid a 06/01/2009 7:04:38

domingo, 4 de enero de 2009

REFLEXIÓN: Sobre el cerebro enamorado














Basado en "Besos ciegos" de René Magritte



Hoy he releído el capítulo 3 de “El cerebro femenino” (The Female Braim) de Louann Brizendine (2006) porque me resulta de gran ayuda para comprender lo que me ocurre. Este libro me fascinó. Creo que las mujeres deberían leerlo para conocerse mejor, y los hombres también deberían tenerlo como libro de cabecera si desean conocer cómo somos, cómo nos comportamos y cómo reaccionamos las mujeres ante las circunstancias que nos van marcando, según las distintas etapas de nuestra vida.

Este capítulo, titulado “Amor y confianza” trata de por qué nos comportamos de una cierta forma cuando nos enamoramos. Es muy ilustrativo, ameno y explica la tarea que realiza nuestro cerebro en este caso, y de cómo parece que todo en el amor está ya predeterminado de antemano por la naturaleza para facilitarnos la procreación, la supervivencia y la trascendencia.

Todos conocemos la importancia de la “química” en las relaciones de pareja. Pero según esta doctora, nada es casual. Y somos más predecibles de lo que parece a primera vista. Parece ser que la simetría de las caras que nos seducen, de los cuerpos que nos subyugan, de los movimientos que nos atraen, etc. Está almacenado en nuestros circuitos cerebrales del amor. Según ella, esa “química” no tiene nada de accidental, puesto que nuestro cerebro ya lo tenía todo programado y nos conduce hacia parejas que puedan compensar nuestras deficiencias en la reproducción humana. (Mi pregunta al respecto es ¿ Entonces cómo se explica que nos sigamos enamorando cuando las mujeres ya no somos fértiles? ¿Para qué nos enamoramos cuando no queremos tener hijos? )

Una vez que se enciende la luz verde hacia la pareja potencial, y si se ajusta a nuestra ancestral lista de deseos, se produce en nosotros un aporte de sustancias químicas: las ondas de la atracción y deseo invaden nuestro cuerpo, debido al efecto de la producción de dopamina -que nos inunda de euforia y entusiasmo, y de testosterona –que despierta nuestro deseo sexual.

Dice que en los emparejamientos a corto plazo, las mujeres “seleccionan” y los hombres “cazan”. Según el psicólogo evolucionista David Buss nuestros instintos mentales no han cambiado en millones de años. Afirma que las mujeres tienen más interés en buscarse maridos que tenga recursos materiales y estatus social, que sean unos 10 cm más altos, y unos 3 años y medio mayores. Y que todo esto forma parte de la estrategia de la “inversión” en la crianza y protección de la prole. (Se me ocurre que las mujeres que podemos enamoramos de hombres mucho más altos o bajos, que no damos importancia a los recursos materiales de los hombres, y que no nos importa que sean más jóvenes que nosotras o mucho más mayores, somos unas raras.)

¿Qué buscan los hombres? Según Buss y otros, los hombres prefieren esposas físicamente atractivas, entre 20–40 años, y que sean 2 años y medio más jóvenes que ellos: que tengan piel clara, ojos luminosos, labios carnosos, cabello brillante y una figura parecida a la del reloj de arena, ya que todas estas características son sinónimo de fertilidad. Para estar seguros de su paternidad, los hombres quieren que las mujeres se emparejen solo con ellos y que tengan instintos maternales que les garanticen que su descendencia va a prosperar. Bueno que el hombre busque una mujer “fiel” parece común a todas las edades no solo para las mujeres en edad de procrear. (Por mi edad, y según los estudiosos, estoy completamente descartada de la mente de cualquier hombre. ¡Deprimente! ¿no?)

Parece ser que las mujeres realizamos un temprano y cuidadoso examen al posible nivel de compromiso de un hombre, por eso desarrollamos más nuestra astucia. Nuestro cerebro se adaptó a realizar esta tarea, y así hemos afinado nuestra capacidad para leer matices emotivos –por el tono de voz, la mirada y la expresión facial. Lo que nos hace ser más precavidas que el hombre. (Sí, es cierto. Es lo que nosotras llamamos el “sexto sentido”. Que parece ser que se agudiza con la menopausia, llegando a convertir a algunas mujeres en casi “adivinadoras”, por la gran sensibilidad emocional que poseen. De ahí surgieron en las distintas culturas las pitonisas, quirománticas, brujas, magas, etc.)

Sin embargo los hombres tienen más actividad cerebral en áreas de procesamiento visual. Es por eso que los hombres suelen enamorarse “a primera vista” con mayor facilidad que las mujeres. (Nosotras solemos decir que al hombre “le entramos por el ojo”. Supongo que esto ya lo sabían las prehistóricas que buscaron la forma de aparecer más atractivas ante los ojos del ser amado mediante afeites, perfumes, maquillajes, adornos, etc. ¡De ahí surgió el invento de la moda!)

Según Louann, en el instante en que nos enamoramos los canales cerebrales de la precaución y la crítica se cierran, para que no “veamos” con crítica los defectos de la persona amada. (Es decir que cuando afirmamos que “el amor es ciego” no estamos diciendo ninguna tontería.) porque la oxitocina y la dopamina que se producen en el enamoramiento dañan nuestra capacidad de juicio. De tal manera que cuanto más apasionada eres – (¡imagínate, para una Aries como yo...que se dice que somos el signo más fogoso del zodiaco!)- menos te importan los defectos de tu amante. Es decir que el cerebro enamorado se encuentra en la mayor fase de irracionalidad imaginable. El cerebro, ciego a las deficiencias de su amado, se sumerge en un estado de éxtasis involuntario que produce un amor enajenado. ¡El amor se alberga en los mismos circuitos cerebrales de la obsesión, las manías, la embriaguez, la sed y el hambre! Y aunque no es una emoción, influye intensificando o disminuyendo otras emociones. (Cuando te enamoras realmente te llegas a sentir enfermo físicamente: se te quita el apetito, a veces tienes náuseas, taquicardias, no puedes dormir, estás como en estado febril, y obsesionado por la imagen de la persona amada que te invade día y noche. Sientes como hambre o sed por su presencia, que solo se calma cuando puedes verla/lo u oirla o leerla, aunque solo sea durante un segundo). Esto se debe a una actividad de producción febril de hormonas y sustancias neuroquímicas –dopamina, estrógeno, oxitocina y testosterona- en nuestro cerebro. De tal forma que nos convertimos que auténticos drogadictos, semejantes a los efectos que produce la droga del “éxtasis”. Y vivimos “colocados” de forma natural, ya que el amor dispara el circuito cerebral de la recompensa. En este estado de enamoramiento - que suele durar de 6 a 8 meses (en emperajamientos sin periodos de separación)- (tal vez porque si se alargara más tiempo moriríamos de inanición, falta de sueño, dificultad para concentrarnos, etc.) el bienestar de la persona amada es más importante que el nuestro. En esta fase, memorizamos intensamente cualquier detalle (cualquier insignificancia proveniente de la persona amada nos puede levantar el ánimo o hundirnos en la mayor de las miserias), y si se produce una separación – retirada neuroquímica en el que cerebro se encuentra en un estado de abstinencia de su droga- se crea un estado de ansiedad o de “hambre” por la persona amada. (¡Ante la ausencia del ser amado surge la poesía!).

Mediante los besos, las caricias, las miradas, la interacción emocional positiva o el orgasmo se repone el vínculo amoroso restableciendo la confianza en el cerebro porque el aporte de oxitocina vuelve a suprimir la ansiedad y el escepticismo. (Cuando se tiene al amado entre los brazos no hay mucho tiempo para escribir, solo para disfrutar de su presencia ¿no crees?... Um, me gustaría tener una época tan intensa que no tuviera ni tiempo para escribir ¿Qué te parece? }:-)

Los flujos hormonales de dopamina en el cerebro descienden gradualmente al igual que el apremio de hambre-apetencia a medida que se van desarrollando los de adhesión y vinculación.

(Espero que mis niveles de oxitocina y dopamina se restablezcan a corto plazo, de lo contrario moriré de ansiedad o mi escepticismo se convertirá en una barrera insalvable...Oh, Dios, espero que él no se haya convertido ya en un escéptico irrecuperable...) }:-(

Madrid, 3 de enero de 2009

martes, 30 de diciembre de 2008

POEMA: Duerme













Duerme, mi amor,
Que mi vigilia te vela.

Duerme, mi vida,
Que mi corazón te anhela.

Duerme, mi sueño,
Que todo mi ser te espera.

Madrid, 29, diciembre, 2008

domingo, 21 de diciembre de 2008

REFLEXIÓN: Sobre el valor de las cosas


















Muy pronto estaremos en Navidad y ya casi todo el mundo ha comprado algún regalo, o un objeto, para una persona querida. Las cosas se apilan y amontonan en nuestras vidas, llegando a formar parte de ellas y – para la gran mayoría- adquieren un valor desmesurado, desde mi punto de vista.

Últimamente estoy un poco filosófica, y he comenzado a analizar la forma en cómo vivimos en el mundo occidental. Nos meten el consumismo entre ceja y ceja, y si no quieres ¡toma dos!

No se porqué, pero cada vez tengo menos ganas de comprar regalos, o cosas, para nadie.

Hay personas que valoran más los objetos que les rodean que a las propias personas con las que conviven. Y discuten, o se ponen hechos una fiera, si alguien cambia uno de sus objetos de lugar – al limpiar, por ejemplo- o lo toca sin su permiso, ¡uf! y ¡para qué hablar...si alguien se lo estropea!

Mi difunto esposo y yo teníamos discrepancias sobre el valor de las cosas. Por ejemplo: no me dejaba conducir “su” coche –comprado con el dinero de ambos- porque “yo” lo podía estropear. Yo me negué a comprarme otro. Así que volví a conducir después que él murió (1994)...y ¡nunca he tenido un parte al seguro!. Era un “triquis miquis” para los juguetes de nuestros hijos, siempre les advertía de cómo tenían que jugar con ellos para que no se rompieran, y había que guardarlos siempre en sus cajas por separado, que debían conservarse intactas al cabo de los años. Por supuesto, los suyos estaban incólumes a pesar de los años. Decía que yo era una consentidora porque dejaba que nuestros hijos jugaran encima del sofá del salón. Según él no era un lugar adecuado para que los niños jugaran. Pero a mis hijos les encantaba que yo les llevara corriendo de un extremo a otro del salón sentados en el sillón mientras cantábamos: “¡Maya, Maya, Maya!” imaginándose que eran el Willy de esa serie, cuando bajaba por la corriente del río sentado encima de una hoja. Yo había entrado de pequeña en hogares donde todo estaba muy limpio, ordenado y en su sitio, pero siempre me dio la impresión de que eran hogares sin vida. Dado el espacio tan reducido que es mi piso, y puesto que me gustaba que mis niños disfrutaran de lo lindo los fines de semana, mi salón se convertía en un paraíso de juegos para ellos. Podían disfrazarse, maquillarse, saltar – no teníamos vecinos abajo, así que no les molestaban-, o llenábamos toda la alfombra con piezas de Lego, y luego hacíamos casas que nos inventábamos juntando las piezas. Su padre no entendía mucho que yo disfrutara tanto como ellos con sus juegos. Él solía contar cómo jugaba de pequeño, pero no participaba en los juegos de nuestros hijos, a no ser que se dedicara a hacer malabares para ellos con la fruta o los frutos secos, pero donde ellos eran meros espectadores.

En fin, todo esto viene a cuento porque hay personas que valoran tanto las cosas que se olvidan del valor de las personas. Se que mi esposo tuvo tiempo de reflexionar sobre esto y sobre otras cosas más importantes, cuando estaba en la UCI antes de morir. Y me hizo saber su cambio de actitud al respecto...seguramente ¡por fin! Se dio cuenta de que las cosas que nos rodean no son más que algo de lo que nos servimos para que nuestra vida sea más cómoda, divertida o agradable, pero nunca su valor debe estar por encima del afecto que sentimos por los seres que nos quieren. Seguramente llegaría al a conclusión de que al final, lo único que realmente merece la pena es tener a tu lado a una persona -que despojada de todo lo material- está ahí para cuidarte, mimarte, hacerte compañía, alegrarte la vida y luchar contigo por mantenerla a flote.

Vivimos en una sociedad “idolatrizada” que se rige por los iconos. Hay personas que incluso conservan los objetos que pertenecieron a otra persona como un “token” -estatuilla que representa al objeto real- pero ningún objeto, por muy querido que hubiera sido para esa persona, puede darte la dicha de su presencia. Es más, parece que todo lo material que le perteneció te sobra, porque no puede sustituirlo. Bueno, al menos así siento y pienso yo. ¡Claro que yo soy iconoclasta!...Quiero decir que no valoro los objetos, y que no cambiaría el afecto que siento por una persona por el de sus objetos...pero me consta que hay personas a las que no les importa romper con alguien alegando, por ejemplo “Es que me tocó...¡sin mi permiso!”, o “Le dejé...y ¡me lo estropeó!”... y son capaces hasta de guardarte rencor u odiarte, por ese motivo, ¡pa’ los restos! Incapaces de ver los atributos positivos que hay en ti, y lo único que ven es que eres un “agresor” contra “sus” pertenencias. Algo, que a vista de pájaro, me parece un actitud completamente pueril.

Se me ocurre reflexionar sobre esto en tiempos de Navidad, donde se compran tantos artículos superfluos, y porque se nos hace creer – a través de la publicidad- que los niños no pueden ser felices sin ellos. Desde mi punto de vista lo más importante para los niños son los gestos que les hacen sentirse protegidos y amados. Todo lo demás les sobra, porque tiene la suficiente imaginación como para convertir cualquier cosa en juguete. Ah!...¡pero no dudes en comprarte un bonito juguete...sin fingir que lo haces por tus hijos...si eres uno de esos adultos frustrados, que de pequeño no tuvo el regalo deseado!

Madrid 21, diciembre, 2008

miércoles, 10 de diciembre de 2008

POEMA: Pasajera sin destino


"La viajera"
de Camilo Mori












Mi equipaje,
mucho há empacado,
Va ligero,
como querría Machado.
En mi escasa valija:
Unos pocos recuerdos,
Algunos sueños,
Sonrisas,
Besos,
Caricias...
Pensará él:
"¡Cuánta baratija!"
Fruslerías para que él elija...

- “¿Destino?”
Me preguntó la taquillera.
- “Elija usted...
¡Donde usted quiera!”
- A la Eternidad le venderé.
- Si no queda otra...
¡Allí lo encontraré!

Cuál Penélope paseando,
Desesperando espero
Al amado por el que muero.
Pasó un tren repleto,
Luego otro y otro,
Para mí vacío
Sin mi ser querido.
No te he reconocido
O no te he visto.
No me he subido.

Me pareció ir en tu tren.
Que estaba en él.
Siento como se apresura,
A entrar en mi edad de la espesura,
Mientras adolece mi mesura,
Siento plena mi ternura.
¿Estás de pié o viajas sentado?
¿Vas lejos o estás a mi lado?
Presiento tu temor...
Te resistes a abandonar tu desamor.
Ya no te encuentro.
Tu ausencia
Fomenta mi desaliento.
Tu presencia
Era mi alimento.

No me rehuyas tu mirada
No me escondas tus caricias.
No me borres de tus sueños.
Dime al menos una palabra...
Mi viaje se acaba.
¿Me dejarás bajar
Donde yo no quiero,
Ni es mi intención?
Si no me dices nada
Me bajaré en la próxima estación.
¿Vas o vienes?
¡Cuánto tardas, mi amor!
¿En qué tanto te entretienes?
¡Cómo temo,
Sin tu amada protección!
Sacaste tu paleta
Elegida con toda intención,
De tonos grises y fríos,
Para colorear así,
Los días míos.
Ni marrones ni dorados,
Están entre tu elección.

Saco mi pañuelo,
Seco mis lágrimas.
Me lo tomaré con calma,
Y para que me sirva de consuelo
¡Suena quena,
que tus notas alivien
Las heridas de mi alma!
Saboreo tu recuerdo amargo...
Y me pregunto si aún te aguardo.


Madrid, 10 de noviembre de 2008

RELATO: La Caléndula


Aunque al principio estaba nervioso poco a poco se tranquilizó. Aquel joven pianista le había parecido de fiar a pesar del corto tiempo que se conocían. A penas hubo conversado con él por primera vez, se dio cuenta de que era todo un caballero y lo suficiente sensible como para comprender el asunto que le preocupaba. No tuvo la menor duda de que, a partir de aquel instante, todo cambiaría, tanto para él como para su hija. Él la adoraba y era capaz de hacer por ella cualquier cosa. No dudó en invitarle a su casa. Como era un hombre generoso trató a su convidado cual príncipe, dentro de las estrecheces que su familia pasaba. Puso la disculpa de que a su hija le encantaría escucharle tocar el piano, pero él era sabedor de que estaba estropeado desde que su esposa falleció. ¡Al fin y al cabo era una razón de peso para convencer a un pianista a visitar su humilde morada! Cuando el joven llegó, él tuvo en cuenta la cara de agrado con que miró a su hija por primera vez. Desde entonces ya no le quedó la menor duda de que había acertado en el hombre elegido para sacar a su adorada descendiente del sueño irreal en que se hallaba sumergida desde la ausencia de su madre. Su querida esposa enfermó gravemente cuando la niña contaba tan solo con 5 años de edad. Estaban muy unidas. Úrsula, que así se llamaba la finada, no tenía ojos ni voluntad más que para cuidar de su pequeña. Le hacía vestiditos para su muñeca, le ayudaba a vestirla, las dos la llevaban de paseo por el malecón, le hacían comiditas... Eran inseparables, hasta que la enferma no tuvo más remedio que abandonar lo que más quería por fuerza mayor y muy a su pesar. Desde entonces, Caléndula -le habían puesto ese nombre por ser el de una de las flores favoritas de su madre- no volvió a salir a la calle. Suplía la realidad, que no era de su agrado, por un mundo de quimera. Sus manitas creaban cada mañana un hermoso jardín florido, donde los pétalos eran sustituidos por abigarrados paraguas desplegados. Su hermosa cabecita era capaz de inventar todo tipo de historias sobre las sombras que la vidriera pintaba al transitar delante de sus cristales traslúcidos. Ella amaba, sobre todas las cosas, al balcón que había dado cobijo a la hamaca en la que su progenitora solía tomar el sol cada mañana. La pequeña se sentaba a sus pies y, aunque fingía dormir, se mantenía alerta a cualquier quejido o movimiento de su madre. Unas veces sus manos de nácar le ofrecían agua fresca a sorbitos, otras se la pasaban agitando sin cesar un abanico. Su corto juicio barruntaba, que mientras que su madre recibiera aquel aire fresco, no se olvidaría de respirar. Pero una mañana lo hizo. Y por más súplicas, gritos, llantos y sacudidas que recibió de la pequeña, su cuerpo había incumplido para siempre su promesa de no abandonarla jamás. El padre contempló con alborozo cómo ella fue abriendo su corazón al desconocido. El pianista comenzó a ganarse su amistad, hasta que ella poco a poco lo hizo su confidente. El padre pudo respirar aliviado porque su Caléndula había florecido en alguien real con quien platicar, capaz de prestarle sus oídos sin dar la menor importancia a que su cabeza, de vez en cuando, deambulara con rumbo incierto. ¡Por fin!... ¡Cómo ansiaba ir a reunirse con su amada sin más tardanza! 

 

Berta Madrid, 4, diciembre, 2008 Relato basado el "El Balcón" de Felisberto Hernández y en la frase de mi compañera del Taller de Escriture "Pluma y Tintero", Isabel Fraile: "Aunque al principio estaba nervioso poco a poco se tranquilizó". 

Para saber más sobre la calédula visite: Calendula