Si yo lo tuviera todo,
Más el amor me faltara,
Nada sería.
El sentido mi existencia perdería,
Tornándose en dolor.
Mi vida todo lo apuesta...
Al amor.
Y lo que no lo es,
A mi ser sosiego resta.
Madrid, 6 de noviembre de 2008
Poema dedicado a mi hermana Olga.
¡Qué tiempos aquellos!
De historias fabulosas,
Chistes incomprensibles,
Terroríficos relatos,
Hazañas y bravuconadas...
Todos contados al mor de la lumbre,
Con espíritus encendidos,
Junto al fulgor de las llamas,
Mientras el tambor giraba,
Dando paso al delicioso perfume,
De las castañas asadas.
Trepando el humo se dispersaba,
Ahumando el secado
De los rojizos colgados:
Chorizos, morcillas y botillos
Entre cachuchas, orejas y untos
Sus riestras colgaban.
Y lentamente, como por arte de magia,
Ennegrecidos con el tiempo se tornaban.
Allí, apartada de la lumbre,
La espita con las hozadas.
Acullá, sobre los platos de la alacena,
El chisporroteante rescoldo de reflejaba.
Del pote del calco gallego,
Bajo una tapadera opresora,
Vapores hechizantes se escapan,
Impregnando la estancia,
Y hasta lo que los arcones,
Entre naftalinas,
Secretamente guardaban.
Acá, tras los ojos de los oyentes,
Inconfesables temores se ocultaban.
Tardes de siestas no cumplidas,
Por traviesos juegos interrumpidas.
Tras uno y otro mensajito
A Justo y a Alfredito,
La pared de barro y paja entramada, Poco y poco,
Para asombro del que la observaba,
Gracias a nuestra labor de ratas,
Como quesos de gruyere se quedaba.
Largas sesiones nocturnas
De novelas por entrega leídas,
Donde amores imposibles,
Villanos y bellas damas,
Nuestras mentes infantiles se disputaban.
En maternales brazos arrullados,
Bajos inmensos chales de lana envueltos,
Risas, llantos, suspiros y ayes,
Nuestros oídos virginales poblaban.
Viejos, jóvenes y niños,
Todos revueltos,
Las noches invernales del filandón se pasaban.
Días de cocer el pan.
El horno, de redondo empedrado,
Era comunal
Y las madres se turnaban.
Los roscones ...
para San Pedro,
Las roscas ...
para Santa Marta,
Y si sobraban huevos...
¡Llegaba para alguna tarta!
Olores a anises, canela y masa nos impregnaban,
Nuestros juegos eran “Las 3 en raya”,
Sobre las arcas de harina
Entramados de partidas se grababan.
Tiempos de memoria en la escuela,
De reglazos sobre la manita desmandada.
Mucho juego en la calle,
Mucha vida hogareña en casa.
De tomar la leche de la vaca,
Y del pan untado con la nata.
Del requesón diario,
De mantequilla echa en la casa,
Y de levadura madre para la masa.
Cuando los deliciosos “brazos de gitano”
Con anises coloreados se salteaban.
Vida y paisaje en niebla envueltos.
Hasta los tuétanos calando.
La luz ni resquicio hallando,
Las esperanzas ahogando.
Noches enteras arrullados
Por bronco viento bramando,
Tras las contras se iba deslizando,
Y entre los chopos aullando.
Bajo pilas de mantas acurrucados
La aurora aguardando.
Asma, reuma, toses, fiebre alta...
¡Y todo lo que hiciera falta!
Con ilusión esperando
Que el sol levantara,
Para calentar las caritas de rosa
Que entre lodazales correteaban.
Tiempos de trabajo en la era.
Construyendo mederos, pasando rastrillos,
Aventando y limpiando el grano.
Yuntando las vacas,
Arando con vertedera
Y a las tres de la mañana regando.
De Guardias de la Benatoria controlando,
Dentro de fantasmagóricas cabañas,
Sobre grandes pedregales vigilando.
De espíritus vagabundos,
Descanso eterno para sus almas,
Misas católicas implorando.
Tiempos lejanos,
De sueños adormecidos,
Muy hondo en el corazón guardados. Queridos y valorados,
Pero nunca añorados.
¡Dejemos las remembranzas, hermana,
Los anhelos pasados y el sufrir!
Tras la prórroga concedida,
Es tiempo de volver a vivir.
Madrid, 5 de octubre de 2008
Adiós a mi trenza
Muy temprano,
Esta mañana,
Con mano firme
Y arma de acero
Seccioné mi largo cabello trenzado.
Ya no quiero
Que se esparza cada noche
Sobre mi almohada,
Ni que gire sin cesar
En mis noches de insomnio
En torno a mi rostro,
Ni que seque mis lágrimas.
Ni quiero sentir
Su olor a frescura
Que tú tanto amabas.
Ni que a mi paso
Se roce con otros seres
¿Podrían apreciar en él
La belleza que tú le encontrabas?
Ya no me sirve
Para cubrirte con él
Mientras te lleno de besos.
Ya no se enredará más entre tus dedos
Mientras me repetías.
“¡Me encanta tu pelo!
Niña, no te cortes el pelo.
¡Qué bien huele!
¡Tan negro!
¡Qué suavidad tiene!
¡Cómo me encanta!”
Ahora, trenzado, y sin vida,
Yacerá para siempre,
Como tú, mi amor,
Encerrado en su caja,
Mudo testigo de mi dolor,
Símbolo de lo que de mí te llevaste,
Para siempre, contigo.
***ESCRITO en Madrid el 27 de agosto de 1994. Lo incluyo aquí por ser este el último poema que escribí antes de comenzar este blog.***
La novia Foto Cela(1976)
DEDICATORIA: A Coral Herrera Gómez, una de mis mejores, y más románticas, ex-alumnas, con todo mi amor.
Querida Kori,
ante todo mis felicitaciones por haber conseguido que publicaran tu primer artículo. Lo encuentro muy interesante, y ha conseguido suscitar en mí algunas ideas sobre lo que expones en él.
El amor y la soledad
Muchas personas dicen que es muy duro estar solo, y te puedo asegurar por experiencia propia que es cierto. Pero también se puede aprender a disfrutar del encanto que puede tener la soledad: tiempo para leer, pasear, observar lo que nos rodea, reflexionar, sentir la naturaleza, escuchar el latido de la vida, etc. Me gusta estar con gente, y mucho más si lo estuviera con un ser amado que me correspondiera, pero seguiría necesitando momentos para estar sola y reencontrarme a mí misma.
El amor y las uniones en pareja
Me da la impresión de que los seres humanos -que no tenemos un pelo de tontos- hemos optado por amarnos en pareja porque a efectos prácticos da mejores resultados. Tal vez eso simplifique las complicadas relaciones humanas y sea una defensa y un refugio contra las agresiones del mundo fuera de la vida en pareja. Si amas a alguien necesitas confiar plenamente en esa persona. De hecho las parejas se rompen cuando esa confianza mutua se quiebra y entra en juego la mentira. Sería más complicado si la confianza se tuviera que basar en varias personas. Además, a todos los seres humanos nos gusta sentirnos únicos e irrepetibles, y como tales, ser amados. No conozco a ningún amante que no quiera ser amado en exclusividad, y los celos –en mayor o menor medida- parecen formar parte de la relación amorosa. Es decir, que el amante « necesita » que el ser que ama no pueda relacionarse con otros de la misma forma que lo hace con él/ella. Eso es lo que le reafirma en su seguridad de ser amado por esa persona. El amor monógamo y heterosexual también se da en muchas especies animales, y probablemente sea también el producto de conclusiones prácticas que se han considerado más útiles para la supervivencia. Me limito a no mencionar las ventajas higiénicas y de salud que estas conllevan y que los humanos le han atribuido a lo largo de la historia.
El amor y la heterosexualidad
Este tipo de amor debió de surgir después de la comprobación práctica de que las relaciones homosexuales (hombre-hombre/ mujer/mujer) no daban como resultado la fertilidad. Los seres humanos, además de la lucha por la supervivencia, buscamos la eternidad. Es decir, algo material, -« plantar un árbol, tener un hijo y escribir un libro »- que trascienda al mundo cuando nosotros dejemos de existir físicamente. Durante muchos siglos, los humanos seguramente consideraron que solo dejaban su huella cuando habían procreado. Pero la función exclusiva que cumplía la procreación ahora puede ser sustituida o compartida por distintas manifestaciones artísticas, y muchos se centran en sus carreras en vez de en tener hijos, dejando su huella indeleble en la cultura.
El amor y la autorrealización
No creo que el amor deba basarse en la búsqueda de la « autorrealización ». Te autorrealizas a medida que creces. Si la pareja progresa junta y en la misma dirección –compartida en común- es más probable que se mantenga unida. Pero si cada uno se realiza tomando distintos derroteros, cuando se acabe la etapa del enamoramiento – al fallar la química- el amor y la magia desaparecerán porque no habrá quedado nada que compartir. Por eso buscamos semejantes o afines, y solo será química que no perdurará cuando la relación se base en los « polos opuestos que se atraen ». Soy de la opinión de que los enamorados siguen siendo dos seres solitarios que, caminando por la senda de la vida libres, se mantienen unidos voluntariamente, para intercambiar puestas en común donde realizan pequeñas proezas que hacen feliz al otro.
El amor y la cotidianeidad
El amor no debe salvarnos de la cotidianeidad, más al contrario, debemos darnos cuenta en el amor que hay en los actos cotidianos compartidos. Un acto cotidiano, se torna en extraordinario si hace feliz a alguien. Nada de lo que hacemos por el ser que amamos, debería ser considerado vano ni aburrido. El amor debe estar lleno de creatividad, juego y complicidad mutua. Lo que torna lo cotidiano en mágico.
El amor y la brevedad
La etapa del enamoramiento es breve, solo dura mientras hay química –no más de cinco años, según los estudiosos- pero el amor puede durar mientras el amante viva, y aún más allá de la propia vida del ser amado, que a su vez puede ser sustituido por otro pasado un tiempo. El amante podrá amar un nuevo objeto amado de la misma forma que amó al otro anteriormente, porque la capacidad para generar amor está en el amante que acaba atrayendo al objeto de su amor hacia sí. Hay personas que no saben amar porque creen que deben darlo todo sin recibir nada a cambio, u otras, al contrario, que lo quieren todo sin aportar nada. Ambas formas de amar resultan frustrantes para el amante. En el amor es tan importante saber recibir como saber dar. En el amor no deben tener cabida el egoísmo ni la abnegación. El amor perdurable debe basarse en un « toma y daca ». Creo que amor y utopía son incompatibles. El amor se basa en una relación mágico-química que debe tener los pies bien asentados en la tierra. No es una moda a seguir ni tiene porque conllevar obligatoriamente fecha de caducidad. Y contradiciendo a Neruda, creo que: El amor puede ser eterno, el ser amado perecedero, y solo ama quien tiene capacidad para hacerlo y está dispuesto a ello.
Besitos.