Este año no he telefoneado a NADIE después de las uvas –algo que llevo haciendo durante años. Primero, a los más importantes, luego, tomaba mi Agenda e iba llamando al resto, por orden alfabético ... ¡sin importarme lo lejos que estuvieran, ni lo que me gastaba en teléfono! pero este año ... ¡me he declarado en rebeldía! -¡Tal vez por eso me siento, ahora tan mal!- ¿porqué no telefoneé? Bueno, me he pasado la vida llamando a amigos, amigas, miembros de mi familia y demás seres queridos, de los que tengo el número. Quería saber quién realmente se acordaba de mi si yo no les llamo. Bueno, ahora ya tengo le respuesta ... ¡ni mi fijo, ni mi móvil han sonado desde que comenzó el año! Bueno, miento ... me llamó mi amigo Ángel, para contarme un problema que tenía en su trabajo ... pero su llamada no cuenta, ya que no celebra las entradas de año ... ¡dice que, para él, todos los días son iguales!
Y ya estoy harta de que cuando les llamo me digan: “¡Te has adelantado..te iba a llamar yo! ¡No me entró la llamada ... debía de haber mucha gente llamando!¡Déjame que algún año te llame yo primero!... ¡No te he llamado, pero te envié un mensaje ¿no lo has recibido? ... pues que raro ... ¡si se lo envié todo el mundo!,” ... y ¡disculpas por el estilo!
Me doy cuenta de que realmente -y a pesar de todos los problemas personales que he tenido en la vida- he mantenido contacto con mis seres queridos porque yo me he empeñado en llamarles, escribirles o en ir a verles ... ya que ellos ni me llaman, ni vienen a verme, ni me invitan normalmente a su casa, ni para vernos en ninguna parte, ni se preocupan de si estoy viva o muerta, o de si me encuentro bien o mal – ¡ni siquiera mi hermana ... con la que todavía mantengo una mínima relación porque sigo aceptando todos los años ir con mis hijos a celebrar la cena de Navidad a su casa – y quizás piense, incluso, que solo vamos para darle trabajo- ya que la mía para ella ... ¡siempre le ha quedado demasiado lejos!- En fin, que para casi todo el mundo, que es importante, de alguna manera en mi vida, NO EXISTO, excepto para mis hijos ... algunas veces ... y ¡por supuesto, mis gatos! Pero también es bueno saber que ... sumando, restando, multiplicando y dividiendo mis afectos ... los ÚNICOS que, al final me quedan, son ellos ... Cuando estás viuda la gente tiene la costumbre de decirte “¡bueno tienes a tus hijos!” ... y a veces, pasan los días ... e incluso me pregunto ¿pero ... tengo hijos? ... Pero, bueno... ¿de qué me quejo? ¡sí hay alguien que me adora ... ¡mi gatito Rony! ... que se pasa todo el día pendiente de mí ... ¡tal vez porque le salvé la vida y no lo ha olvidado!
Creo que es importante que asimile todo esto. Siempre me he sentido frustrada porque la gente a la que quiero piensa que soy un “bicho raro”, ¡y como a tal me tratan! Creen que si estás rodeada de libros no necesitas afecto, ni a la gente ... como si en ellos tuvieras para panacea para todo, incluso para el amor.
Una vez, que estuve haciendo terapia de grupo, me dijo la psicóloga que, mi mayor problema afectivo era que, iba por el mundo sintiéndome “un perrito abandonado” ... Ya escribí en otra ocasión, que esta carencia afectiva seguramente proviene de haberme quedado huérfana de padre los 6 años ... y por más que intento ser independiente afectivamente ¡no lo consigo! Y esto me afecta mucho en mi rendimiento en el trabajo y también intelectualmente ...
Mi propósito para este año 2010 es que: voy a tratar de mantenerme en mi caseta, cuidar de ella y de mi misma, y si -¡por casualidad!- crees que soy una perrita que merece la pena, valórame, preocúpate de mi y mímame en la justa medida ... porque sino cualquier día de estos ... ¡te voy a soltar un mordisco o una patada en tu lindo trasero! ...
¡Ah, y te agradecería que no seas de esos que van a ir a llorar a mi entierro, ni te atrevas a comprarme una gran corona, ni un ramo, ni siquiera una sola flor ... porque si no has sabido, o no has querido darme “mis flores” cuando las podía oler ... justo entonces, será ... cuando ya no me hagan falta ... además ... ¡ya no me importará en absoluto tu presencia, ni lo que hagas ... y me temo que ... ¡tampoco podré agradecerte tu bonito e inutil “detalle”!
Él se dedicaba, por su profesión de fotógrafo a recorrer el mundo. Ella a penas había salido de su pobre casa en una aldea perdida de Galicia. El destino había hecho que, por azares se conocieran. Él era un hombre de mundo. De esos feos maravillosos que roban los corazones, ya que te miran con cara de perritos abandonados, y no tienes por menos que, desde que los ves, amarlos. Ella era una jovencita ingenua, bonita, graciosa, pero, al fin y al cabo, una paletita. Aún así, él enloqueció por ella desde el primer instante en que le vió su sonrisa a flor de labios. Y su frase favorita, para ella, desde entonces fue:
- "¿Cuando me dejarás besarte?"...
-"Cuando vuelvas a nacer" solía ella darle por respuesta.
Otro día, él se empeñaba en querer rozar sus brillantes y largos cabellos azabache, mano que ella siempre esquibaba, no sin sentirse por ello alagada.
Un día tras otro, él, en vano, intentaba asir su preciosa mano, y otras tantas ella, aún con profundo pesar, rechazaba.
-"¡Perfidia, sí, Perfidia deberías llamarte!" Era su último y acostumbrado grito contra ella antes de despedirse.
Aquel juego que él se traía no sabía, ni imaginaba ... el dolor que a ella le causaba.
En uno de sus muchos viajes, fue a visitarla y le trajo un obsequio para su cumpleaños. Un LP titulado "Mi última canción" de Lucha Reyes, también le dijo que era llamada en su país, "La Morena de Oro del Perú", famosa cantante a quién había conocido en aquel viaje a Lima. Él le habló muy serio, leyendole, sin mirarla, los títulos de las canciones:
- "Esta es mi última canción. Quiero pedirte perdón porque tuya es mi vida. Tus ojazos negros me han perdido. Siento que no puedas ser, ni siquiera, mi amor de una noche, aunque en mis sueños soy tu amante. Lo que siento por ti es esclavitud ya que así lo quieres tu. Siempre te amaré, y el día que me muera allá estarás conmigo, porque ni la muerte hará que olvide la locura y la pasión que hoy y siempre sentiré por tí".
Cuando levantó la cara de la carátula, por las mejillas de ambos corrían las lágrimas ... Él le tendió el disco:
-"Si algún día bailas alguna de estas canciones, por favor, acuerdate de mí".
-"Sí, te prometo que lo haré. Gracias... Ahora vete y no te vuelvas a mirarme ... Tiene que ser así ... Tu ya lo sabes".
- "Esta bien... ¿cómo puedes ser tan dura conmigo? ¿ni siquiera un besito de despedida?" ...
- "Ni siquiera uno ... y ya de sobra sabes porqué no ..."
Ninguna de sus amigas podía entender que una jovencita de tan solo 16 años se hubiera aficionado de tal forma a escuchar a una cantante que en España en 1971, no era ni siquiera conocida ..¡ni que se supiera varias de sus canciones de memoria! ¡Y menos a alguien que era fan de los Beatles y de Serrat! Pero ella, al volver del Instituto todas las tardes ponía y volvía a poner aquel disco ... y en su casa nadie la entendía. Cuando bailaba, girando sin parar, al ritmo de aquellos valses y polkas unas veces lloraba y otras reía.
Lejos, al tiempo, en otra ciudad, un hombre de 36 años, solía poner el mismo disco todas las tardes al regresar a casa del trabajo donde le esperaban su amante esposa y sus dos niños ... Ella solía contemplarlo en silencio, viéndolo con aquella mirada perdida en el horizonte, observando nostálgicamente una lejanía incierta por la ventana, mientras una ráfaga de agudo dolor, sin fundamento, la estremecía produciéndole un profundo desasosiego.
Érase una vez un hombre que estaba harto de que su esposa quisiera saberlo todo sobre él y controlara todos sus movimientos.
Así que decidió darle un escarmiento. Eligió un cajón de su escritorio y lo cerró cuidadosamente bajo llave.
Su esposa se ponía furiosa con él , y no cesaba de exigirle -"¿Qué guardarás con tanto secreto? ¿Con quién me estarás engañando ...porque ahí tienen que estar las cartas de tu amante... el teléfono con que la llamas ... sus números, su dirección... ¡seguro! ¡Ábrelo y déjame ver que hay dentro ...ahora mismo!"- ni de gritarle furiosa cuando le veía cerrarlo con sigilo.
Después de los gritos, venían los llantos, las pataletas ...pero nada de eso conmovió al marido, ya harto de ser vigilado a todas horas ... y de una forma casi obsesiva.
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Un día al regresar él de su trabajo, se la encontró junto al cajón, sentada en el suelo, con un cuchillo en la mano ... era el cuerpo del delito con el que había conseguido ¡por fín! desvelar todos los secretos que su esposo tan cuidadosamente guardaba allí y que tanto la habían ofuscado ...
El cajón, ahora, yacía forzado sobre el suelo ... y tan vacío como siempre lo había estado ... pero al romper aquella cerradura, se había roto también el nexo de unión que debería unir siempre a los que verdaderamente se aman: "la confianza mutua".
Madrid a 18 de diciembre de 2009, 12:11
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A veces, lo importante no es el secreto que guardas, sino el derecho a un poco de intimidad, lo que valoras.