¡Estoy hasta las narices! Sí. Porque todos dicen que soy la
voz. ¿Pero de qué me sirve? ¿Alguien me hace caso? ¡Claro que no!
Yo me esfuerzo en sacar de mi amplio diccionario las mejores
palabras: describo su físico, su vestimenta, sus sentimientos, los paisajes y
objetos que les rodean, los hechos y acciones que conforman su vida… Por no
mencionar que, la mayoría de las veces, entro en sus pensamientos. Los
recuerdo, los memorizo, los adivino. Describo sus estados de ánimo, sus
depresiones, alegrías, amoríos, devaneos, triunfos, fracasos…
Sin mí, ninguno de ellos sería nada. Porque yo les doy
vida.
Y tú, ignorante lector, creerás que es el autor, el
protagonista de su obra. ¡Pues estás muy equivocado! Yo soy su auténtico
creador. Es mi mente poderosa la que induce esta idea o aquella en la mente de
quien coloca sus huellas dactilares sobre el teclado, o de quien se aferra a su
lápiz o bolígrafo hasta que da rienda suelta a todo lo que yo le dicto.
¿Qué crees que estoy
haciendo ahora mismo contigo? ¡No eres más que un muñeco al que le estrujo el
cerebro como a un trapo mojado para escurrirlo! Tú eres un payaso pretencioso
que quiere aprender a escribir. ¿Crees que eso se aprende? ¿O se nace con el
ánima de escritor?
¡Pobrecito ingenuo! Si piensas que eres tú quien imagina,
quien recrea escenas, inventa personajes o monta tramas que atraen a su
lectura.
Obsérvate. Levántate y acércate a un espejo. Sí. Así. De
frente. ¿Qué ves ahí? No eres más que el inútil reflejo de ti mismo. Alguien
que no sabe nada de nada. Que se sienta con la pantalla iluminada delante o con
un cuaderno en blanco, y así se te pasarían las horas muertas… de no ser por
mí. Sí, sí. ¡Por mí!
¿Quién crees que ha inspirado a los grandes como Dickens,
Austen, Mitchell o Christie, sin ir más lejos? ¿Así, claro? ¿Ya se iban a
sentar en su escritorio y, ala, a escribir como locos, sin cesar, y las ideas
les habrían surgido a borbotones? ¡Pues no! Ni lo pienses.
¿Y tú? ¿Qué crees que vas a aprender en un taller de
escritura? ¿Acaso mejorar tu forma de expresarte? Si no lees todo lo necesario…
¿Cómo? ¿Te atreves a pensar que tú lees más que los clásicos de la literatura
universal? ¡No me fastidies!
Ellos nacieron sumisos a mi yo. Tú no. Tú eres rebelde. No
me escuchas. Te consideras más sabio que otros. Cuando no eres más que un
mediocre y un cretino.
No voy a discutir contigo. Con que estés escribiendo esto
que te dicto, me basta por hoy. Me alegro de que, por una vez, hayas sido
obediente y hayas ajustado tu hecho a lo dicho.
Y no corrijas, que eso sería trampa.
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