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lunes, 20 de octubre de 2025

Yo

 

¡Estoy hasta las narices! Sí. Porque todos dicen que soy la voz. ¿Pero de qué me sirve? ¿Alguien me hace caso? ¡Claro que no! 

 

Yo me esfuerzo en sacar de mi amplio diccionario las mejores palabras: describo su físico, su vestimenta, sus sentimientos, los paisajes y objetos que les rodean, los hechos y acciones que conforman su vida… Por no mencionar que, la mayoría de las veces, entro en sus pensamientos. Los recuerdo, los memorizo, los adivino. Describo sus estados de ánimo, sus depresiones, alegrías, amoríos, devaneos, triunfos, fracasos… 

 

Sin mí, ninguno de ellos sería nada. Porque yo les doy vida. 

 

Y tú, ignorante lector, creerás que es el autor, el protagonista de su obra. ¡Pues estás muy equivocado! Yo soy su auténtico creador. Es mi mente poderosa la que induce esta idea o aquella en la mente de quien coloca sus huellas dactilares sobre el teclado, o de quien se aferra a su lápiz o bolígrafo hasta que da rienda suelta a todo lo que yo le dicto. 

 

 ¿Qué crees que estoy haciendo ahora mismo contigo? ¡No eres más que un muñeco al que le estrujo el cerebro como a un trapo mojado para escurrirlo! Tú eres un payaso pretencioso que quiere aprender a escribir. ¿Crees que eso se aprende? ¿O se nace con el ánima de escritor? 

 

¡Pobrecito ingenuo! Si piensas que eres tú quien imagina, quien recrea escenas, inventa personajes o monta tramas que atraen a su lectura. 

 

Obsérvate. Levántate y acércate a un espejo. Sí. Así. De frente. ¿Qué ves ahí? No eres más que el inútil reflejo de ti mismo. Alguien que no sabe nada de nada. Que se sienta con la pantalla iluminada delante o con un cuaderno en blanco, y así se te pasarían las horas muertas… de no ser por mí. Sí, sí. ¡Por mí! 

¿Quién crees que ha inspirado a los grandes como Dickens, Austen, Mitchell o Christie, sin ir más lejos? ¿Así, claro? ¿Ya se iban a sentar en su escritorio y, ala, a escribir como locos, sin cesar, y las ideas les habrían surgido a borbotones? ¡Pues no! Ni lo pienses. 

 

¿Y tú? ¿Qué crees que vas a aprender en un taller de escritura? ¿Acaso mejorar tu forma de expresarte? Si no lees todo lo necesario… ¿Cómo? ¿Te atreves a pensar que tú lees más que los clásicos de la literatura universal? ¡No me fastidies! 

 

Ellos nacieron sumisos a mi yo. Tú no. Tú eres rebelde. No me escuchas. Te consideras más sabio que otros. Cuando no eres más que un mediocre y un cretino. 

 

No voy a discutir contigo. Con que estés escribiendo esto que te dicto, me basta por hoy. Me alegro de que, por una vez, hayas sido obediente y hayas ajustado tu hecho a lo dicho. 

 

Y no corrijas, que eso sería trampa.