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domingo, 24 de mayo de 2009
REFLEXIONES: Sobre el sufrimiento
Hoy en día vivimos en una sociedad que es altamente utilitaria, con unas ideas muy concretas sobre el aguante humano: se considera que el sufrimiento es algo malo y que, por lo tanto, hay que eliminarlo de la forma más contundente y rápida posible tomando todo tipo de fármacos necesarios para ello. Los creyentes dicen que sufren menos, porque la idea de la existencia de Dios les fortalece para soportar el padecimiento terrenal.
Yo creo que cualquier dolencia, al igual que los momentos de felicidad, debe ser vivida en plenitud. Quiero decir que, cuando luchas “ a pelo” contra ella, te fortaleces espiritualmente. Enfrentando el dolor, del tipo que sea, creces y maduras. A lo largo de mi vida me he dado cuenta de que las personas menos maduras son las que lo han tenido todo demasiado fácil. Es decir, cuando todo te viene dado: si no has tenido problemas económicos difícilmente entenderás lo que significa renunciar a bienes materiales; si no has estado gravemente enfermo o tienes alguna carencia física que te impide moverte o comunicarte como el resto de las personas, probablemente no puedas comprender lo que esto implica; hasta que no hayas sentido la muerte de un ser querido, con dificultad intuirás lo que significa soportar esta pérdida; si tu amor no ha sido correspondido, quizás con frivolidad, juzgarás la tortura del amante que padece el rechazo de su bien amado, etc. Por lo que deduzco que todo este tipo de aflicción conlleva implícito un crecimiento interior y un sentido de comprensión para con la de los demás. La carencia de estas experiencias suele hacer a la gente indiferente ante la tribulación de los otros.
Por supuesto, no podemos sufrir por todos los problemas que hay en el mundo, pero el reconocimiento de que existe un gran número de personas que no se sienten felices en un momento dado, puede servirnos de alivio para nuestra propia amargura. Este mismo pensamiento nos hará apreciar mejor nuestros buenos momentos, si pensamos que estamos disfrutando de un deliciosa situación de la que millones de personas carecen en ese mismo instante.
Fui a ver varios días a mi amiga Juani en el Clínico, que fue operada allí la semana pasada. Uno de los días salí a la terraza, y por un rato, mientras me fijaba en sus 7 u 8 plantas, reflexioné sobre la cantidad de dolor que se albergaba tras aquellas paredes y el montón de medicamentos que se estarían gastando diariamente para poder paliarlo... También pensé que era muy duro estar lidiando a diario con enfermos que se enfrentan al calvario de tener un cáncer, quedarse tetrapléjicos, u otros males... Sentí que tenía mucha suerte de no ser ninguno de ellos. Esto no significa que yo no esté pasando por un período de prueba, aunque no sea sufrimiento físico... Se me ocurre que el dolor que sentimos por los seres que amamos y lo que nos preocupamos por ellos, nos da la medida de nuestro amor hacia ellos, a la vez que este mismo pesar hace que se intensifique nuestra alegría cuando nos deleitamos con su mera presencia... Pienso que cada relación amorosa está salpicada de suplicio, miedo, preocupación y de incertidumbre...pero siempre esperamos que su disfrute nos compense de todo eso y más.
Madrid, 24, mayo, 2009 1:02
Etiquetas:
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