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jueves, 26 de noviembre de 2009

POEMA: Inacabado













Imagen “Variación en rosa” (2009) basada en: “La columna rota” de Frida Kahlo (1944)


Aquí está de nuevo esa lucha sin fin entre el intelecto y el sentimiento. Ese inacabable debate entre la razón y la cordura, la sinrazón y la locura. Entre lo que debes hacer y lo que haces. Entre lo que quieres y lo que tienes. Entre lo que das y lo que recibes. Entre tus sueños e ilusiones y la cruda realidad. Y, a medida que vas debatiendo, te vas hundiendo. Hundiendo en espiral hasta el más profundo de los abismos. Inacabable. Interminable. Oscuro y enigmático. Te arropas. Te dejas invadir por la quietud, el silencio, la inmovilidad. Y dejas que las manecillas del reloj prosigan su eterno camino a no se sabe donde. En ese caminar y con esa prisa que siempre llevan a cualquier parte. Sin preguntarte nunca nada. En esa marcha tiránica que te fuerza a seguir siempre hacia delante. Que jamás te deja volver atrás sino es con tu imaginación. Y el despótico reloj sigue avanzando con su tic-tac, tic-tac. Aunque ahora ya no lo oyes, sabes que, traicioneramente, lo sigue haciendo. Mientras en el más profundo de los abismos dejas de sentir, dejas de esperar, dejas de soñar despierta. Cuando llegas, sin saber cuando, por fin la nada, de nuevo, y sin remisión, el océano salítreo que llevas dentro brota sin cesar. Ya no sabes cual es el motivo por el que lo hace. Olvidaste el detalle que provocó el dolor. El rechazo a ti misma. El abandono. Ya nada importa. Pero continúa brotando y fluyendo, sin preguntar y sin impedimento alguno. Y te vas vaciando. Y el dolor agudo de tu pecho comienza a ceder. Vuelves a respirar oxígeno. Recuerdas que aún estás viva, que existe la luz afuera, que si quieres puedes moverte... que si quieres puedes volver a sentir. Entonces, sientes que comienza el retroceso, la vuelta atrás, desde la nada. Comienza de nuevo a brotar el algo. Aunque no sabes, ni te importa, qué. Una cálida ola de amor a ti misma te invade. Sientes el cosquilleo de la vida girando en torno a tí, a tus senos, luego descendiendo alrededor de tu ombligo. Mueves tus pies, después tus manos. Consigues ponerte de lado. Respirar hondo. Tu dureza interior se ha disipado. Vuelves a querer soñar despierta. Abandonas el laste de la tristeza. Respiras aún más hondo. Te sientes blandita, relajada y como si te acabaras de implantar un nuevo cerebro sobre tu antiguo corazón. Sabes que no es así. Pero te vale para salir adelante de nuevo. No importa hasta cuando vas aguantar el tirón de nuevo. Tienes que moverte, crear, luchar, pensar, meditar, rectificar, borrar, re-escribir, aprender, no perder un detalle, vivir, sentir, reír, caminar... No importa cómo, ni dónde, ni porqué, ni para qué. No olvidar. Sentir que estás aún viva ¿Qué más da si eso a nadie le importa? Sentir que amas ¿Qué importa si no eres correspondida? ¿Das y no recibes? Las circunstancias, los problemas, la prisa, la vida misma...hacen a la gente insensible y egoísta. ¿A quién no le pesa la soledad? ... ¡pero aún te tienes a ti misma...! Esa interminable cadena de amor y desamor en la que la humanidad se haya sumergida: no puedes corresponder a quién te ama y se desvive por ti; a quien amas y por quien te desvives ama a otra; esa otra ama a otro-a/s, y aquel otro tal vez ame a otro-a/s, etc... Eres incapaz de corresponder en la misma medida a quien te adora. Nunca eres correspondida en la medida en que tu lo necesitas, etc. ¡Ese dolor...esa angustia...esa frustración...ese sinsabor! ¡Mira a tu alrededor! Todo el mundo gira así, y sin visos de final... No eres ni más ni menos importante. Eres igual de egoísta, de niña inmadura, que de vez en cuando tiene una pataleta. ¡Irremediablemente... y sin poder evitarlo! Tu no eres más que un eslabón de esa inacabable cadena de la que siempre anhelas formar parte. Todos giramos en torno a la misma pesadilla. ¿Dónde está la salida? Te preguntas, cuando quieres abandonar... y aún no lo has hecho. Pero tu eres consciente de que, aunque no lo puedas recordar, sueñas. Que, como todo el mundo, aún sueñas. Así que puedes elegir incluso vivir imaginado que todo no es más que un sueño. En el que eres la protagonista y en el que eres capaz de cambiar las escenas que no te gustan. Sabes que nunca es así, pero nadie puede impedir que tu lo creas. Porque además, esa fantasía tiene la gran ventaja de no saber a ciencia cierta, cuando te vas a despertar de ella.

Madrid 26 de noviembre de 2009




domingo, 24 de mayo de 2009

REFLEXIONES: Sobre el sufrimiento















Hoy en día vivimos en una sociedad que es altamente utilitaria, con unas ideas muy concretas sobre el aguante humano: se considera que el sufrimiento es algo malo y que, por lo tanto, hay que eliminarlo de la forma más contundente y rápida posible tomando todo tipo de fármacos necesarios para ello. Los creyentes dicen que sufren menos, porque la idea de la existencia de Dios les fortalece para soportar el padecimiento terrenal.

Yo creo que cualquier dolencia, al igual que los momentos de felicidad, debe ser vivida en plenitud. Quiero decir que, cuando luchas “ a pelo” contra ella, te fortaleces espiritualmente. Enfrentando el dolor, del tipo que sea, creces y maduras. A lo largo de mi vida me he dado cuenta de que las personas menos maduras son las que lo han tenido todo demasiado fácil. Es decir, cuando todo te viene dado: si no has tenido problemas económicos difícilmente entenderás lo que significa renunciar a bienes materiales; si no has estado gravemente enfermo o tienes alguna carencia física que te impide moverte o comunicarte como el resto de las personas, probablemente no puedas comprender lo que esto implica; hasta que no hayas sentido la muerte de un ser querido, con dificultad intuirás lo que significa soportar esta pérdida; si tu amor no ha sido correspondido, quizás con frivolidad, juzgarás la tortura del amante que padece el rechazo de su bien amado, etc. Por lo que deduzco que todo este tipo de aflicción conlleva implícito un crecimiento interior y un sentido de comprensión para con la de los demás. La carencia de estas experiencias suele hacer a la gente indiferente ante la tribulación de los otros.

Por supuesto, no podemos sufrir por todos los problemas que hay en el mundo, pero el reconocimiento de que existe un gran número de personas que no se sienten felices en un momento dado, puede servirnos de alivio para nuestra propia amargura. Este mismo pensamiento nos hará apreciar mejor nuestros buenos momentos, si pensamos que estamos disfrutando de un deliciosa situación de la que millones de personas carecen en ese mismo instante.

Fui a ver varios días a mi amiga Juani en el Clínico, que fue operada allí la semana pasada. Uno de los días salí a la terraza, y por un rato, mientras me fijaba en sus 7 u 8 plantas, reflexioné sobre la cantidad de dolor que se albergaba tras aquellas paredes y el montón de medicamentos que se estarían gastando diariamente para poder paliarlo... También pensé que era muy duro estar lidiando a diario con enfermos que se enfrentan al calvario de tener un cáncer, quedarse tetrapléjicos, u otros males... Sentí que tenía mucha suerte de no ser ninguno de ellos. Esto no significa que yo no esté pasando por un período de prueba, aunque no sea sufrimiento físico... Se me ocurre que el dolor que sentimos por los seres que amamos y lo que nos preocupamos por ellos, nos da la medida de nuestro amor hacia ellos, a la vez que este mismo pesar hace que se intensifique nuestra alegría cuando nos deleitamos con su mera presencia... Pienso que cada relación amorosa está salpicada de suplicio, miedo, preocupación y de incertidumbre...pero siempre esperamos que su disfrute nos compense de todo eso y más.

Madrid, 24, mayo, 2009 1:02