El 27 de septiembre de 2023 recibo por WhatsApp un mensaje de los que vivían en mi antiguo piso.
- - Aquí hay una chica que pregunta por usted. Dice que
es hija de su amiga, S. ¿Le puedo dar su teléfono?
- - Sí, claro. Déselo.
Por la tarde recibo un mensaje suyo. Nos añadimos y
hablamos.
- - Tía. Me acuerdo mucho de ti. No he olvidado los
días en los que iba con mi madre a tu escuela y escuchaba allí las clases de
inglés. He pensado mucho en ti. Tengo muchas ganas de verte.
- - Ahora no vivo en Madrid. Perdí vuestro teléfono cuando
cambié al nuevo y no podía localizaros. Lo intenté por FaceBook, pero nada.
Pero cuéntame, ¿qué haces por Madrid?
- - He venido a hacer un curso intensivo para
terminar mi Máster en Psicología. Lo acabo este año.
- - ¡Qué bien!¡Cuánto me alegro de que me hayas buscado!
¿Cómo estáis todos?
- - Todos bien. Mis padres han vuelto a su pueblo a
cuidar de mis abuelos porque están viejos y enfermos. Mi hermano está ahora a
cargo de la tienda. Mi hermana estudiando en la Universidad también. Ella
estudia Políticas y Económicas.
- - Tenemos que vernos. Os invito a que vengáis a mi
casa cuando queráis. Os explicaré porque ahora es un poco más difícil que
llegar a la capital.
- - Vale. Nosotros también te invitamos a nuestra
casa. Vente cuando quieras.
- - Perfecto. Ahora estamos en contacto. Te deseo un
buen fin de carrera. Ya me dirás en primavera cómo te ha ido.
El 7 de octubre tuve que hacer un viaje relámpago a Barcelona.
Quedamos por las Ramblas para comer las tres juntas.
- A mi ahijada, A., no la había visto desde que aún no sabía
hablar. No se acordaría de mí. Era demasiado pequeña.
- - Sí me acuerdo tía, dijo, porque mi madre y mi
hermana siempre me han hablado mucho de ti. Así que te conozco a través de
ellas.
Las dos están preciosas. L., la mayor, debe medir 170 por
lo menos, muy esbelta, tan elegantemente vestida que haría palidecer a la mejor
de las modelos de alta costura. De grandes ojazos negros, sonrisa deslumbrante,
tez morena y me dice que es nerviosa, pero yo no le noto la ansiedad. Sólo
algunos granitos por la cara denotan su estado de pubertad tardía. Algo
sorprendente en una chica de 30 años. La pequeña, A., es más baja, su cara es
redondita, de ojos vivarachos y mirada intelectual. Cualquiera diría que ha
salido que una película de princesitas, pero esta con gafas.
Comemos en un Kebab. La comida transcurre lenta entre su
cháchara animadísima. Se cortan la una a la otra para contarme sus triunfos en
la universidad. Ambas han asistido a una universidad internacional. Hablan
inglés y alemán, además de un perfecto castellano y supongo que catalán,
también.
- - Bueno. Ahora contadme sobre vuestros planes para
el futuro.
- - Yo quiero terminar mis estudios. Voy muy bien.
Tengo muy buenas notas. Lo demás, por el momento no me preocupa, responde A. alegremente.
- - Pues yo, tía, tengo un gran dilema. Quiero casarme.
Nunca he tenido novio, y creo que ya soy muy mayor para encontrar uno. Tampoco
he trabajado nunca. Me gustaría emanciparme, pero sin marido ni trabajo no
podré hacerlo. No quiero pasarme la vida en casa de mis padres.
- - Bueno, no sé qué decirte. Creo que deberías probar
a buscar algún trabajo. El que fuera. Aunque sea de cajera en un supermercado.
- - ¿Tú crees que me aceptarían?
- - No te lo aseguro, pero no debes poner tu nivel de estudios
completo en tu currículo porque eso te perjudicaría. A parte de todo lo demás.
Mira, si te va a resultar difícil encontrar a tu edad un primer trabajo, mucho
más complicado tienes el tema de encontrar un chico adecuado con el que
casarte. A ti no te sirve cualquier hombre. Necesitas uno que tenga un nivel
cultural semejante al tuyo. Aquí no lo vas a encontrar. Ningún español se va a
acercar a ti. Mucho menos un universitario. Creo que hay un hombre adecuado
para ti, sí, pero no está ni en España ni tampoco en Europa. Necesitas a uno que
crea en tus mismos valores y que te ame exactamente tal como eres. No sé, ¿no
has buscado en páginas especiales en internet?
- - No. No lo he intentado. Así no me gustaría encontrarlo.
- - Bueno, se me ocurre que dado que vas a recibir
tu Máster de Psicología muy pronto podrías hacerte profesional online. Podrías
montar tu propio consultorio a través de Zoom u otra plataforma parecida. ¿Qué te
parece?
- - Eso no me parece descabellado. Tal vez lo haga
algún día. Pero lo del novio es lo que más me preocupa ahora. No quiero hacerme
vieja sin tener hijos.
- - ¡Bueno 30 años tampoco es tanta vejez!
- - ¡Para mí sí!
-
- No te
preocupes, cariño. Hay un hombre para ti, pero no en este continente.
- - ¿Tú crees?
- - Sí, estoy completamente segura.
Durante la comida recibimos una llamada de sus padres. Mi
querida amiga, S., había envejecido, como yo. Se notaba que estaba muy preocupada.
- - Por favor, habla con L. Ella te escuchará a ti.
Eres una mujer sabia. Confío en que le des buenos consejos. A nosotros no nos
hace caso.
- - Bueno le digo lo pienso, porque no es mucho lo
que puedo hacer por ella.
- - Yo confío en ti. Siempre lo he hecho. Eres mi hermana
mayor. ¿te acuerdas cuando íbamos por el parque? Siempre pensaban que éramos
hermanas, porque nos perecemos mucho.
Yo me quedé perpleja de que ella, después de tantos años,
aún creyera que yo podía hacer algo por su hija o darle un consejo que le
sirviera para algo.
- - Ahora me quedo más tranquila, tía, dijo L. al
despedirnos. Creo que ya sé lo que voy a hacer. Me has ayudado mucho.
- - Bueno, no sé en qué te he ayudado, pero si te
sientes más segura ahora sobre tu toma de decisiones, me alegro mucho, cariño.
- - Sí. Sí, tía. No sabes cuanto me has ayudado con
lo que me has dicho.
Nos hicimos una foto de despedida en la estación. Me
ofrecieron una sonrisa amplia al despedirnos.
Todo el viaje me rondó por la cabeza la idea de buscarle un
novio ¿cómo? No tenía ni idea. Cuando se lo comenté a mi hijo me respondió:
- - No te metas, mamá. No es asunto tuyo. Eso debe
hacerlo ella. No puedes arreglarle la vida a todo el mundo.
Con eso me quedé tranquila y sin remordimientos de
conciencia.
No nos contactamos mucho más hasta que el 27 de abril L. me
envía un mensaje preguntándome cómo estoy. Le hago una video llamada como
repuesta. Hablamos durante 37 minutos. Lo primero que me dice es que está muy
feliz. Que tiene novio y que se casará a finales de julio. Me invita a la boda.
- - ¿Cómo os habéis conocido?
- - Es hijo de unos antiguos amigos de mis padres.
- - ¿Pero estás enamorada?
- - Sí, tía. Es muy guapo, me responde eufórica. Es
ingeniero. Muy inteligente. Vive en Canadá. Ya ha venido dos veces a verme.
- - ¿Qué es lo que más te gusta de él?
- - Sus ojos. Son preciosos. Quiero que vengas a mi
boda.
- - Pero no parece que hayáis tenido tiempo de conoceros mucho antes de la boda.
- Hablamos todos los días por internet. Él vendrá a en junio. Nos veremos mucho antes de la ceremonia. Tenemos muchos preparativos que hacer juntos.
- - Eso me parece muy bien. ¿Pero dónde estás?
Parece el techo de un palacio.
- - No, sólo es una casa muy antigua. Estoy en el pueblo de mis padres. Ahora en casa de mi tía heredada de mis antepasados.
- Pues parece preciosa. Me gustaría mucho poder acompañarte en ese día tan importante. Ya te lo confirmaré más adelante. Estoy liada con los documentos de mi jubilación.
- ¿Qué vas a hacer después de la boda?
¿Te vas a ir con tu marido a Canadá?
- No, tía, voy a quedarme aquí,
en el pueblo de mis padres, porque estoy haciendo prácticas en un hospital. Me
quedaré dos meses más, hasta terminarlas. Él se irá a Canadá después de la boda
y yo me iré para allá a finales de septiembre.
Al final no pude asistir a su boda por una intoxicación de pescado
que aún no he terminado de superar.
El viernes por la tarde recibí una llamada suya. Estaba
preciosa. Con uno de los vestidos que le habían bordado para la ceremonia. Verde y
blanco, con ramos dorados, ribeteado de brocados dorados. Parecía una princesa
salida de un cuento de las Mil y una noches. Se encaminaba al primer día de su
boda. Me emocioné mucho con su llamada. Le deseé mucha felicidad en el futuro.
Mi ahijada, la pequeña A., me ha enviado fotos donde se ve a L. muy feliz y preciosa. La boda ha terminado el 27 de julio. En varias de ellas se la ve con el vestido rojo de la ceremonia principal. Es una gran capa, bordada con hileras de ramas y hojas doradas. Le cubre todo el cuerpo. Sólo deja ver su cara resplandeciente, coronada por un collar de enormes círculos de oro y diminutas piedras de colores. A ambos lados, dos enormes pendientes circulares, haciendo juego con la corona, enmarcan su cara resplandeciente de felicidad. En otra se aprecia la decoración con la que le han tatuado con henna natural los brazos, las manos y cada uno de sus dedos. En otras fotos, están su madre y su abuela abrazadas y engalanadas, cubiertas de finas telas de seda natural. En otras sus damas de honor, también vestidas de rojo, pero en un tono distinto al de la novia. En otra una deliciosa tarta, de frutas artísticamente recortadas, formando flores y mariposas posadas en nubes blancas cremosas, en otra, la novia sentada escucha las promesas que recita su novio, vestido como un príncipe marajá con el moño atado a su nuca, en otro vídeo se escucha un coro de chicas cantando canciones tradicionales para la ceremonia nupcial. Nadie diría, por la decoración, postura y solemnidad, que es un vídeo del siglo XXI. Todo muy emotivo, ceremonioso, tradicional, familiar y lleno de festividad para celebrar el día más importante de la vida de una hija, que deja el hogar paterno para forma parte de una nueva familia. Nada nuevo bajo el sol de este planeta donde el astro sale cada día para todos. Para unos en España, para otros en Pakistán, y para L., muy pronto en su nuevo hogar en Canadá.
La felicidad de nuestros hijos es lo que nos importa y preocupa a los padres, estemos donde estemos y vivamos donde vivamos.
Para saber más sobre la Boda musulmana: ¿cómo se celebra y cuáles son sus tradiciones? (bodas.net)