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miércoles, 13 de mayo de 2015

Feliz cumpleaños Alphonse


¡Feliz cumpleaños Alphonse!

Alphonse Daudet (13 de mayo 1840- 16 de diciembre 1897)


¡Oh, claro que sé que ya no lo vas a celebrar! Pero eso no importa para que yo pueda felicitarte ¿verdad?

No encenderemos velas con numeritos, porque si lo hiciéramos, deberían indicar 175. Ese no es un número muy corriente en el cumpleaños de un ser humano.

Pues sí, ya hace todo ese tiempo que naciste. ¿Y quién le hubiera dicho a tu madre que tú y yo nos íbamos a conocer? Bueno tanto como “conocer”… Tú no me conociste, pero yo a ti sí.

Tú no te puedes acordar –pero yo sí-  de aquel día en que llegué a la escuela y mi maestra sacó un librito, con la portada de un molino, una cabra… y empezamos a leer  “La Chèvre de M. Seguin” … y la señorita decía “La xevr d Musié Segán” y ponía los labios, así, primero estirados, luego redondeados, y al final, echaba el sonido por la nariz ¡qué difícil! Yo trataba de imitarla, pero mis sonidos no se parecían mucho a los suyos. Aunque, te prometo que lo intentaba. Pero a mí, eso de echar el aire por la nariz y abrir un poco la boca se me complicaba una y otra vez. Y yo pensaba ¿No hubiera sido más fácil si lo hubieras escrito en español? Pues no. Erre que erre escribiendo en francés – aunque tú no podías imaginar lo difícil que me iba a resultar el  leerte.

Tu historia me fue cautivando, y me entró la curiosidad de saber si aquella cabrita que era capaz de hablar, sería también lo suficientemente inteligente para que el lobo de las montañas no se la comiera…

¡Oh, qué pena! Solo leíamos un trozo cada día. Me hubiera gustado tener un libro como aquel en casa, así podría habérmelo leído más rápido para descubrir el final.  Pero tuve que ir destapando aquella historia tarde tras tarde, después de repetir y repetir, y durante todos aquellos días llenos de suspense. La aventura de la cabra Blanchette me acompañaba día y noche, hasta que se me pegaban los ojos bajo las sábanas  ¡Qué bonitas eran aquellos cuadros que yo pintaba con mi imaginación: en distintos tonos verdes, sobre montañas suaves y onduladas, en las que habría podido caminar descalza, acompañando a la cabrita mientras pastaba plácidamente ¿qué me contaría mientras tanto subíamos y bajábamos juntas por senderos que se ondulaban de un lado a otro del paisaje…  Al adentrarnos en la lectura empecé a mezclar su blancura con la del molino… más tarde, con el agua clara de la laguna.

Era imposible que yo recordara todo lo leído, pero las imágenes de los parajes donde nunca había estado se grabaron en mi mente y, hasta el día de hoy, algún se encuentran en alguno de los baúles que amueblan mi memoria.

Tú no llegaste a conocerme, pero yo a ti muy bien, y me dejaste una huella imborrable desde mi niñez. Gracias Alphonse Daudet. 

DEDICADO a mi hermana Olga.